Sí, se que podéis pensar, pues vaya novedad! ,una mamá que va a contarnos lo feliz felicísima que se sintió ese día. Y sí, así es como me sentí, pero lo que quiero plasmar aquí está relacionado con algo más profundo y personal. Tiene que ver con la transformación que ese pequeño gran amor despertó en mi el día en que respiró por primera vez.
Desde el mismo instante en que la tuve encima de mi pecho y mientras las lágrimas brotaban por mis mejillas, delatando la emoción que me desbordaba, supe que una nueva persona se había apoderado de mi ser. Supe que no volvería a ser la misma, ni a pensar igual, ni a sentir de la misma manera.
La metamosfosis había comenzado.
Hoy, casi veinte meses después, sólo puedo confirmar esta transformación; que en ocasiones me resulta abrumadora pero de la que siento un gran orgullo. Lo siento porque puedo decir que me he convertido en mejor persona. Más humana y más imperfecta, más vulnerable y más fuerte al mismo tiempo, más luchadora y más selectiva con las batallas que enfrentar, más paciente, más tranquila y más consciente de lo realmente importante para el bienestar interior.
Creo que tener un hijo de alguna forma te transporta de nuevo a tu infancia y te invita a reflexionar sobre esa etapa de tu vida de una manera que hasta el momento no habías experimentado. Evidentemente, en ese viaje te topas con vivencias y hechos que generan sentimientos positivos pero también negativos con los que tienes que lidiar. Este proceso es una gran fuente de aprendizaje, de autoconocimiento; una gran oportunidad para la introspección y el trabajo para comprender y reparar.
En mí caso este proceso ha resultado ser imprescindible para afrontar de manera más exitosa una crianza consciente, serena, respetuosa y porque no decirlo; también exigente , intensa, agotadora y dura en determinados momentos.
Es verdad que la maternidad y paternidad es uno de los mayores retos al que se enfrenta uno en esta vida, sobre todo si tu objetivo y deseo es hacerlo poniendo en práctica la crianza respetuosa y estableciendo un apego sano y seguro. Pero también es verdad que es un quehacer de valor incalculable, pues los niños de hoy serán los adultos del mañana.
Que gran responsabilidad, sí , y que gran oportunidad para poner nuestro granito de arena en la construcción de un mundo algo mejor y una sociedad menos enferma.
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