sábado, 28 de abril de 2018

Crianza Respetuosa y respeto para quien la practica


Un papá haciendo verdadera mágia y un gran esfuerzo personal por conseguir ganarle un pulso al tiempo, a sus horarios, y brindarle a su hija el mejor de los regalos; tiempo. Una mamá comprometida hasta la médula por ofrecer una crianza respetuosa, consciente y con plena dedicación; porque sé que es el trabajo más difícil, más  importante y el más satisfactorio y bonito de toda mi vida. Un papá que siente y piensa lo mismo.

Decía aquí que la maternidad me ha transformado considerablemente tanto en la forma de pensar como en la forma de sentir y actuar. La esencia sigue estando ahí es cierto,  pero es innegable que soy otra persona distinta.  Se han modificado mis prioridades y se han reforzado y consolidado mis principios.
He aprendido intensamente lo que significa amar sin límite alguno. He experimentado lo duro que es enfrentarse a la crianza sin tener una red social cercana, una tribu que en determinados momentos pueda brindarte su ayuda y colaboración, que empatice contigo, que comparta experiencias y entienda tus aspiraciones, tus miedos, tus sentimientos y tus pensamientos.

Hemos tenido que hacerlo sólos y esta soledad de la que hablo junto a la inexistente conciliación laboral nos ha llevado al límite en alguna ocasión . Y de ello tambien hemos aprendido grandes lecciones, hemos conseguido mejorar y aprender de los errores.
Es muy duro criar a un hijo en esta soledad física y moral. Resulta agotador criar a un hijo teniendo que dar continuas explicaciones a los tuyos, de tus maneras de hacer y actuar. De porque te gusta hacer las cosas así o porque no te gusta hacerlas asá; de porque crees que no deberían hacer determinada cosa o decirle a la niña un comentario concreto.
Este ambiente te hace sentir incómoda, son situaciones engorrosas que perturban la armonía. Siempre se ha dicho que la confianza da asco, y es cierto que cuanta más cercanía, cuanto más allegados; más embarazosas son estas situaciones . Es como una mezcla entre choque generacional y choque cultural lo que produce esta disparidad de estilos.
Advierten con extrañeza mis maneras de pensar o actuar y cuestionan ; aunque no siempre sea a través de la palabra; lo que pienso y creo sobre la crianza y la educación asi como lo que pongo en práctica con nuestra hija. Esta conducta me produce sentimientos desagradables y ambivalentes. Me molesta ser a sus ojos,  la rara, la extravagante, la tiquismiquis, la estrafalaria, la grotesca, la peculiar , la diligente.

 Tan sólo soy una madre que queriendo lo mejor para su hija no aplica determinadas costumbres, métodos y conductas en la crianza y educación, prefiriendo poner en práctica su propia filosofía .Y ojo que esto no quiere decir que sea mejor que nadie por hacerlo así o asá , pero tampoco peor. Sólo intento ser coherente con lo que pienso y siento que debo hacer.

                               Foto: Google

Lo siento pero yo quiero consolar a mi hija cuando lo necesita. Le quiero dar y mostrar cariño cuando está cansada, aburrida, agobiada, irritada, frustrada y su comportamiento no es el más adecuado a los ojos de los adultos. Creo en el quiéreme cuando menos lo merezca porque es cuando más lo necesito.

Quiero reconocer su derecho a comportarse como lo que es, una niña. Quiero respetarlo y que se le respete.

No quiero imponerle lo que debe sentir, sino más bien quiero acompañarle en el camino para reconocer y manejar sus emociones. Quiero respetarlas y enseñarle a que ella misma también respete las emociones de los demás.

No quiero sugerirle ni obligarle a dar besos ni muestras de cariño , si no es lo que ella desea. Quiero que sea ella la que decida como y cuando mostrar su afecto.
 Por supuesto no permito que se le chantajee con brindarle más o menos cariño en función de su conducta y sus muestras de cariño hacia los demás. No se quiere con condiciones, no al amor condicional.

No quiero contaminarle el pensamiento con nocivos e injustos estereotipos y prejuicios. No hay ningún dogma que seguir ni que venerar, no hay que ser así o asá,  no hay que jugar a cosas de niñas, no hay que fomentar la crítica, la competitividad y la envidia sino más bien la cooperación y la empatía. No hay que comparar, hay que comprender la maravillosa individualidad del ser humano; único e irrepetible en todo su ser. Al mismo tiempo hay que poner en valor la riqueza de la diversidad.

No quiero juzgar constantemente y colocar etiquetas. No se es mala, ni cabezota,  ni loca, ni desobediente,  ni buena, ni cariñosa, ni nada. Se es una personita con diferentes estados y atributos en diferentes situaciones.  Estos estados no definen nunca a la persona en su totalidad.
No voy a jugar con su autoestima ni voy a comprometer su identidad.

Lo siento pero no estoy dispuesta a perpetuar este tipo de educación porque no creo en ella y no le encuentro beneficio alguno.  No seguiré la doctrina del adultismo. Por supuesto respetaré a las personas que sí que la pongan en práctica con sus pequeños y sus pequeñas, porque cada familia debe tener la absoluta libertad para elegir como quiere educar. Por eso yo también quiero sentir esa libertad, sin cuestionamientos,  sin suspicacias,  sin lecciones, sin postergaciones.

Y con el tiempo hemos logrado hacer una pequeña pero valiosa tribu, un microcosmos donde sentirse respaldado y encontrar aliento, sentir empatía y respeto.





miércoles, 25 de abril de 2018

Cómo fomentar la autonomía en los niños

Lo que a priori puede parecer una pregunta sencilla con una respuesta evidente, en la práctica parece no ser tan sencillo ni tan evidente. Esto es así porque existe cierta confusión en torno al significado de autonomía.

Según la RAE , entre sus distintas acepciones, la autonomía es la condición de quien, para ciertas cosas, no depende de nadie.

Sin embargo, la autonomía y la dependencia no están reñidas ni entran en conflicto . Todas las personas en cierta manera dependemos de nuestros semejantes; como seres sociales necesitamos de la existencia, la interacción y la intervención de otras personas para desarrollarnos en las distintas facetas de la vida. Dicho de otra manera,  las personas somos interdependientes unas de otras; y esto no quiere decir que no podamos ser a su vez autónomos y personas con iniciativa y soberanía  propia.

Que los niños y las niñas necesitan de sus padres para sobrevivir, desarrollarse y aprender es evidente. Esta dependencia natural es lo que les permite crecer de una manera sana y equilibrada. Y esta dependencia física y emocional no es incompatible con la adquisición progresiva de la autonomía. Más bien es lo que la hace posible. Los niños y las niñas que crecen en un ambiente familiar respetuoso,  donde el afecto, la comprensión y los límites coherentes les brindan la seguridad que necesitan para un óptimo desarrollo a todos los niveles, son los que adquieren con mayor éxito  la capacidad de ser autónomos y libres.

 QUÉ ES LA AUTONOMÍA Y CÓMO SE FOMENTA

 El origen de esta palabra es el latín. Etimológicamente, autonomía significa la norma de uno mismo.

La autonomía es la capacidad de realizar las cosas por sí mismo, sin requerir la permanente intervención , presencia y aprobación de otras personas . Ser autónomo implica tener iniciativa, desarrollar una actitud proactiva y querer autogestionarse y autorrealizarse constantemente.

La autonomía es una capacidad que se educa, que se enseña, se fomenta y se trabaja. Es una capacidad que permite adquirir una mayor seguridad en sí mismo, forjar una autoestima fuerte y sana, y disfrutar de una vida más plena y satisfactoria.




Por lo tanto resulta fundamental potenciar esta capacidad en los más pequeños,  ayudándoles a ir adquiriendo de manera progresiva nuevas responsabilidades y habilidades para afianzar su autonomía personal. Hay que permitirles que ejerzan un rol activo, que desplieguen todo su potencial y que aprendan de las consecuencias de sus actos. Los niños aprenden por el método de ensayo- error, por lo que resulta absurdo pretender que no se equivoquen o que hagan las cosas como lo haríamos nosotros los adultos. No hay que cohibir las iniciativas de autonomía sólo porque los adultos queramos hacerlo con rapidez o con mayor perfección. Lo importante es que tomen conciencia de sus propias capacidades y se vaya alimentando la confianza en sí mismo.

Para fomentar la autonomía infantil lo primero y más importante es evitar la sobreprotección.
La sobreprotección es un obstáculo y un estorbo para que la autonomía florezca. No hay que negarles su derecho a explorar, a experimentar,  a intentar las cosas una y otra vez, a equivocarse, a mancharse y a manchar, a caerse, a levantarse, a interactuar con sus iguales y con su entorno; en definitiva a su derecho a aprender.
No hay que hacer las cosas que ellos puedan y quieran hacer por si mismos,  y no hay que impedir que experimenten emociones negativas como la rabia, la frustración o la envidia.Hay que favorecer que aprendan a ser autónomos también en el plano emocional; que sepan reconocer y gestionar sus emociones para de esta manera poder establecer relaciones más satisfactorias, tener menos conflictos y saber solucionarlos de una manera más exitosa.

Debemos facultar la capacidad de ser autónomos desde que los niños y las niñas son bien pequeños, ya desde bebés. Por supuesto,  hay que tener en cuenta y respetar el grado de desarrollo físico, cognitivo y emocional de cada niño; y nunca forzar ni exigir que hagan algo para lo que no están preparados o que no deseen hacer.

 Como siempre, la fórmula del respeto y el amor también funciona con esto. Los adultos una vez más tenemos que asumir nuestro papel de guías, de acompañantes; observando y alentado y por supuesto disfrutando de las sonrisas que dibujarán sus rostros al ver lo que son capaces de hacer por ellos mismos.







jueves, 19 de abril de 2018

Conciliación familiar: esa difícil batalla

La conciliación de la vida familiar y laboral es prácticamente como suele decirse, un cuento chino. Y mucho me temo que seguirá siéndolo mientras no se modifique la férrea política de horarios de trabajo de la gran mayoría de empresas de este país .

Por su parte, los otros actores sociales con protagonismo en esta transformación, poco o más bien nada hacen al respecto. Sí,  señores políticos que gobiernan, o desgobiernan; según se mire; este país. Mucho hablar de la conciliación, mucho hablar de la importancia de las familias y mucho animar para que aumente la natalidad, pero a la hora de hacer políticas que fomenten y beneficien a éstas, nada de nada. A la hora de ejercer su trabajo ,nada de nada.

Es impresentable que los padres y las madres que trabajan se vean obligados a cumplir con horarios laborales anti conciliación. También lo es que uno de los progenitores tenga que hacerse cargo casi en exclusiva de la crianza y educación de los hijos mientras el otro progenitor trabaja fuera del hogar hasta bien entrada la tarde.
Se trabaja para sostener económicamente a la familia estoy de acuerdo, pero esa familia necesita también cuidados, tiempo, atención,  apoyo, ayuda, colaboración.  La familia necesita ejercer como tal , necesita ser una familia con todos sus miembros y disfrutar del tiempo juntos. Pero con jornadas laborales como las existentes en muchos puestos de trabajo esto resulta muy complicado, por no decir imposible.  En el mejor de los casos, haciendo verdaderos malabares se consigue hacer acto de presencia en la vida familiar, eso sí,  también se consigue aumentar de manera considerable los niveles de estrés psicosocial; lo cual no aporta beneficio alguno a la dinámica familiar sino todo lo contrario.

La frustración y la culpabilidad que genera en una madre y/ o en un padre el querer estar y no poder es verdaderamente triste.  También injusto, muy injusto. No es de recibo que quienes sostienen con su trabajo no sólo a una familia sino también a su país, sean maltratados de esta manera. No es aceptable que no se les permita ejercer de padres y de madres. En absoluto es aceptable que no puedan ejercer con plenitud el trabajo más importante de sus vidas; la crianza y educación de un hijo.


                            Imagen: El Jueves


Entiendo que deben coexistir diversos horarios laborales en función de la situación personal y familiar de los trabajadores y las trabajadoras. ¿ Por qué motivo la flexibilidad laboral únicamente se aplica en detrimento de los derechos de los trabajadores y las trabajadoras?  ¿ Por qué son ellos y ellas las que exclusivamente deben adaptarse a los horarios de un puesto de trabajo?
Sí,  se que la legislación actual contempla figuras y situaciones que en teoría promocionan la conciliación de la vida familiar y laboral. Me refiero a la reducción de jornada, al permiso de lactancia, y para de contar, porque lo del permiso de maternidad y más todavía el de paternidad es de risa. Sin embargo en la práctica pocas veces se pueden disfrutar de ellas con garantías y con libertad para hacerlo, ya sea por riesgo de perder el empleo, o por riesgo de no llegar a pagar todas las facturas al quedar el salario más precarizado si cabe.

En el siguiente enlace puede encontrarse un listado de las actuales políticas para la conciliación de la vida familiar y laboral. Es fundamental dar a conocer estos derechos que no siempre son transmitidos o facilitados ,o bien no dejan de ser pequeños placebos que no proporcionan una verdadera solución a este problema.
https://www.compromisoempresarial.com/rsc/2017/02/las-8-medidas-que-te-ayudaran-a-conciliar-hijos-y-trabajo-en-2017/

En fin, el tema de la conciliación exige voluntad política y voluntad empresarial. No es algo que pueda mejorarse de la noche a la mañana, porque como tema complejo requiere su tiempo de implementación y adaptación. Pero es necesario ponerse a trabajar en ello ya mismo, dejarse de buenas intenciones y pasar a la acción. Tenemos que evolucionar y adaptarnos a la constante y creciente complejidad de esta sociedad, asumiendo sus retos e intentando siempre mejorar la calidad de vida y el bienestar no material de los que la conforman.

Debemos estar a la altura de las circunstancias .

lunes, 16 de abril de 2018

Educación emocional en la infancia

En la actualidad el tema de la inteligencia emocional está en el candelero. Afortunadamente,  cada vez se habla más de ello, se muestra más interés en aprender sobre ello y se aplica más tanto a nivel familiar como a nivel institucional; tanto en los centros de educación públicos como en los privados. No obstante, queda mucho trabajo por realizar en este sentido.

La inteligencia emocional es la capacidad humana de sentir, entender, controlar y modificar estados emocionales en uno mismo y en los demás.
Dicho así parece que al tratarse de una aptitud ésta venga impresa en la persona de manera innata, como una habilidad con la que la naturaleza ha dotado a ciertas personas; como ocurre con la inteligencia medida por el coeficiente intelectual, en la que es o no inteligente en función de un resultado numérico tras una evaluación pormenorizada.  Sin embargo,  esto no es completamente cierto. Ambas inteligencias deben entrenarse, cultivarse y estimularse para lograr el máximo rendimiento posible. Más si cabe con la inteligencia emocional.




 Desde que en 1983 el Doctor Howard Gardner expusiese la teoría de las inteligencias múltiples, la dimensión emocional de la inteligencia ha ido enriqueciéndose y enriqueciendonos. Para este psicólogo estadounidense, existen dos niveles diferenciados de inteligencia emocional. Por un lado está la inteligencia intrapersonal,  es decir , la capacidad de conocernos a nosotros mismos y practicar la introspección , de aprender de nuestras experiencias y de manejar  y gestionar adecuadamente nuestros sentimientos. Por otro lado está la inteligencia interpersonal, relacionada con las habilidades sociales como por ejemplo, la empatía , la comunicación asertiva y la escucha activa. Ambas se complementan y se necesitan entre sí.

Los años 90 fueron una década importante para la inteligencia emocional y para su desarrollo teórico y práctico.  Los padres del término en si son los psicólogos Peter Salones y John Mayer. Mucho han investigado y publicado sobre ello.
Imprescindible también ha resultado ser el trabajo en este campo de Daniel Goleman, destacando su obra " Inteligencia emocional", todo un referente en este sentido. Otro trabajo de indiscutible valor para poner en práctica el título de este post es el libro " Educar con Inteligencia Emocional " de Maurice J. Tobias; Steven E. y Friedl Elias. España acoge también  a muchos autores al respecto; por nombrar a alguno; como Eduard Punset y su hija Elsa Punset,  Mar Romera, Rafael Bisquerra, Esther García Navarro, Rafael Santandreu  y un largo etcétera.

Durante años hemos descuidado profundamente la educación de las emociones. Hemos infravalorado el importante papel que juegan unas emociones entrenadas adecuadamente para lograr un mayor bienestar personal y colectivo.
Trabajar la educación emocional de manera temprana, desde los primeros meses después  del nacimiento, es fundamental para lograr unas competencias básicas en la persona adulta. Así mismo , resulta crucial para afrontar la etapa de la adolescencia con mayor seguridad y menos vulnerabilidad a los factores de riesgo, previniendo de esta forma conductas peligrosas y conflictivas asi como comportamientos poco saludables.

Años atrás ha primado la educación lingüística,  numérica,  histórica y científica. También se inculcaban valores y principios  mediante estilos autoritarios y poco reflexivos. No se permitía expresar las emociones de forma deliberada, había que guardar las formas y cumplir con los estrictos cánones de la sociedad. La represión de las emociones, y mucho más aún de las emociones menos agradables, era la orden del día.
Ojalá esto que estoy diciendo formara parte del pasado. Sin embargo este legado cultural aún permanece vivo en la sociedad actual,  y con bastante frecuencia seguimos escuchando frases del tipo " no llores" ( aun puede ser peor si se trata del " los niños / chicos/ hombres no lloran") , " eso no es nada" o " no pasa nada" , " tienes que estar contento/a" , " sonríe ", " no te enfades", " no tengas miedo" ...
Tan fuerte ha calado este imaginario social que hasta los que conscientemente quieren romper con esta tradición , ven como salen de sus bocas en alguna ocasión expresiones de este tipo. Aquí me incluyo.

Como digo, la inexpresión impuesta de determinadas emociones consideradas " malas" o " molestas" y la obligación de lograr transmitir un estado hedonista casi de manera permanente, ha generado graves problemas de salud mental en niños, adolescentes y adultos. Y si no hacemos algo al respecto y reflexionamos sobre la responsabilidad individual pero también social que tenemos en este sentido,  la situación no mejorará e incluso empeorará. Como bien dice Jorge Bucay,  " no somos responsables de las emociones pero si de lo que hacemos con ellas".

Es importantísimo que desde chiquitines los niños y las niñas sepan reconocer sus estados emocionales para poder así aprender a gestionarlos.  Deben validarse todas y cada una de las emociones que sientan, dejar que se expresen y se familiaricen con ellas. Sólo así aprenderán a manejarlas de manera correcta. De esta manera se ejercita el autoconocimiento y el autocontrol, y por supuesto se fomenta el establecimiento de una autoestima sana.
Si por el contrario enseñamos a reprimir determinadas emociones, sólo conseguiremos que cuando esos sentimientos aparezcan; porque aparecerán si o si; lo hagan de manera explosiva. Esto generará frustración que al no saberse reconducir adecuadamente,  incrementará la tensión y el malestar. Y este círculo vicioso funcionando así constantemente da lugar a mucho sufrimiento y muchos problemas.

Además,  negar las emociones que sienten los demás es muestra de una falta de respeto y una profunda falta de empatía. Con esta actitud represiva se transmite un mensaje peligroso que dice que no se debe sentir así,  o bien que lo que se siente no es importante.
Luego nos sorprendemos cuando a las personas nos cuesta horrores poner palabras a nuestros sentimientos. Es completamente lógico y normal que suceda esto cuando no se ha cultivado esta habilidad. Y es cierto que nunca es tarde si la dicha es buena, pero si se trabaja la educación emocional desde la primera infancia indudablemente los beneficios son abrumadores.


Los adultos debemos acompañar a los niños y a las niñas en este proceso de aprendizaje. Debemos guiar, reconducir, moldear con buenos ejemplos, ser pacientes y respetuosos y sobre todo mostrar y demostrar siempre cariño y amor incondicional.



martes, 10 de abril de 2018

Donde viven mis monstruos

Intento transmitir mi pasión por la lectura a mi pequeña. Y de momento creo que no lo estoy haciendo nada mal. En su por ahora, pequeña biblioteca, destaca el cuento de Maurice Sendak titulado "Donde viven los monstruos ". Destaca porque suele elegirlo con bastante asiduidad para leerlo a cualquier hora. ¡Le encanta!

He querido hacer un guiño a esta gran obra que tan buenos momentos nos hace pasar juntos.
Me parece la rúbrica perfecta  para hablar de esas sombras que en ocasiones se presentan ante nosotros, que oscurecen el camino y que se empeñan en incomodar el paso firme y decidido. Monstruos en forma de preocupaciones, inseguridades, culpabilidades, miedos y ansiedades que atormentan y enlentecen el crecimiento personal. O al menos, esa es la sensación que a priori nos dejan, una sensación de aturullamiento,  de no avanzar hacia delante; aunque al  analizar las situaciones con perspectiva es cuando caemos en la cuenta de la riqueza que esas vivencias pueden aportarnos. Y es que se nos ha inculcado con gran tesón que los monstruos son seres a los que debemos temer, esquivar; con los que debemos andarnos con ojo pues nada bueno pueden hacernos.
¡ Gran error! Menos mal que existe la posibilidad de desaprender lo aprendido y de despojarse de esta educación tan limitante y tóxica.


Imagen: Jopi

Benditos monstruos que tanto nos enseñan y nos hacen crecer como seres humanos.
He de confesar que el monstruo que más me ha atormentado y con el que más he tenido que esforzarme para enfrentarme a él es el de la culpabilidad. También es del que más he aprendido.
Afortunadamente, y como digo, tras un gran esfuerzo personal en el que la perseverancia y el amor han sido mis grandes aliados; a día de hoy este asunto esta prácticamente bajo control.

Me enfrenté al monstruo. Ahora soy consciente del porque de mi comportamiento. Soy plenamente consciente de lo trascendental que es la carga que arrastramos en la mochila, de lo interiorizadas que podemos tener actitudes y maneras de proceder con las que por el contrario no nos sentimos cómodos.

Conecto con la niña que fui y recuerdo los sentimientos que generan los gritos. Yo no quiero eso para mi hija, lo tengo absolutamente claro. También interiorizado. No quiero que los gritos secuestren mi manera de educar y guiar. No quiero que me invada la vergüenza, la culpa y la rabia. No quiero sentir decepción por mis actos, no quiero sentir una inmensa tristeza.

Se que soy humana y que cometer errores es una condición innata y natural del ser humano.  Pero cuando esos errores entran en conflicto con mis valores y principios respecto a la crianza y la educación de nuestra hija, llego a ser muy dura conmigo misma. Necesito serlo.
Tengo que ser dura y crítica conmigo misma para conseguir cambiar lo que no me gusta de mi; para vencer lo que genera daño.

Me enfrenté al monstruo sin miedo y con convicción. Entendí la carga del pasado, comprendí que eso podía cambiar. Sentí la imperiosa necesidad de que así fuera .
Un trabajo duro pero muy gratificante, del que no sólo me he beneficiado yo, sino y lo que es más importante; la mayor recompensada es mi hija. Ella lo merecía.





lunes, 2 de abril de 2018

Metamorfosis

No se me ocurre mejor tema para inaugurar este espacio que rememorar el día que nació mi hija.
 Sí,  se que podéis pensar, pues vaya novedad! ,una mamá que va a contarnos lo feliz felicísima que se sintió ese día. Y sí,  así es como me sentí, pero lo que quiero plasmar aquí está relacionado con algo más profundo y personal.  Tiene que ver con la transformación que ese pequeño gran amor despertó en mi el día en que respiró por primera vez.

Desde el mismo instante en que la tuve encima de mi pecho y mientras las lágrimas brotaban por mis mejillas, delatando la emoción que me desbordaba, supe que una nueva persona se había apoderado de mi ser. Supe que no volvería a ser la misma, ni a pensar igual, ni a sentir de la misma manera.
La metamosfosis había comenzado.


Hoy, casi veinte meses después,  sólo puedo confirmar esta transformación; que en ocasiones me resulta abrumadora pero de la que siento un gran orgullo. Lo siento porque puedo decir que me he convertido en mejor persona. Más humana y más  imperfecta, más vulnerable y más fuerte al mismo tiempo, más luchadora y más selectiva con las batallas que enfrentar, más  paciente, más tranquila y más consciente de lo realmente importante para el bienestar interior.

Creo que tener un hijo de alguna forma te transporta de nuevo a tu infancia y te invita a reflexionar sobre esa etapa de tu vida de una manera que hasta el momento no habías experimentado. Evidentemente,  en ese viaje te topas con vivencias y hechos que generan sentimientos positivos pero también negativos con los que tienes que lidiar. Este proceso es una gran fuente de aprendizaje, de autoconocimiento; una gran oportunidad para la introspección y el trabajo para comprender y reparar.

En mí caso  este proceso ha resultado ser imprescindible para afrontar de manera más exitosa una crianza consciente, serena, respetuosa y porque no decirlo; también exigente , intensa, agotadora y dura en determinados momentos.
Es verdad que la maternidad y paternidad es uno de los mayores retos al que se enfrenta uno en esta vida, sobre todo si tu objetivo y deseo es hacerlo poniendo en práctica la crianza respetuosa y estableciendo un apego sano y seguro. Pero también es verdad que es un quehacer de valor incalculable, pues los niños de hoy serán los adultos del mañana.
Que gran responsabilidad, sí , y que gran oportunidad para poner nuestro granito de arena en la construcción  de un mundo algo mejor y una sociedad menos enferma.