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martes, 6 de noviembre de 2018

Las claves de una autoestima infantil sana


El célebre y maravilloso Charles Chaplin dijo en una ocasión :


 "Cuando  empecé a amarme de verdad comprendí que en cualquier circunstancia, ante cualquier persona y situación, yo estaba en el lugar correcto y en el momento preciso. Fue entonces cuando puede relajarme. Hoy sé que eso tiene nombre: autoestima ."

La autoestima se forma en los primeros años de vida. Por supuesto,  no es algo estático ni permanente , se va modificando en función de las experiencias vitales y de las relaciones que establecemos con nuestros semejantes. 

No obstante,  y como ya he mencionado en alguna ocasión,  los cimientos de la infancia son fundamentales para comprender posibles carencias o dificultades en la vida adulta; y el autoestima es un factor clave.

Veamos con calma que es la autoestima,  cómo se forja , qué papel juega en la personalidad y en la conducta humana, y cómo puede trabajarse de manera positiva para fortalecerla.


La definición que nos da la RAE de la autoestima deja muchísimo que desear, ya que es muy parcial. Según esta fuente, es la valoración,  generalmente positiva,  de sí mismo. 

Sin embargo,  uno de los problemas que más observan psicólogos,  psiquiatras, terapeutas y trabajadores sociales en los usuarios de sus servicios, es precisamente la baja autoestima; es decir ; una percepción negativa sobre si mismo.

Una definición mucho más completa y realista nos ofrece José Vicente Bonet en su obra "Se amigo de ti mismo: manual de autoestima".

Cito textualmente : " Conjunto de percepciones, pensamientos,  evaluaciones, sentimientos y tendencias de comportamiento dirigidas hacía nosotros mismos, hacía nuestra manera de ser y hacia los rasgos de nuestro cuerpo y nuestro carácter.  En resumen, es la percepción evaluativa de nosotros mismos ".


La autoestima es la encargada de proveernos seguridad en nosotros mismos. Si nuestra autopercepción no es positiva  , creemos que no somos capaces de algo, que no somos lo suficientemente valiosos o merecedores de algo,  y por lo tanto podemos actuar de manera insegura , impulsiva,  inconsciente o peligrosa. 
Las personas que están buscando continuamente la aprobación de las demás tienen una autoestima muy pobre y dañada; su bienestar emocional y su seguridad personal quedan en manos de lo que los demás opinen sobre él. Son dependientes de ese reconocimiento para sentirse bien consigo mismos,  para valorarse como persona. Es así,  porque la valoración que tienen de sí mismos no les gusta y buscan autoengañarse y hacerse creer que son lo que les gustaría ser en realidad.
Las personas con problemas en su autoestima se muestran inseguras o bien enmascaran esa inseguridad con estrategias y mecanismos insanos. La falta de comunicación y de expresión por temor al rechazo, a la burla o a la comparación;  es un rasgo significativo de baja autoestima. Esta actitud puede conducir a la indefension de tus ideas,  tus pensamientos o tus derechos frente a los demás,  por lo que es verdaderamente limitante. Es como una discapacidad social .
En su vertiente más espinosa, una autoestima exánime es el denominador común de serios trastornos conducta les,  de la alimentación,  ansiedad,  pánico,  depresión,  consumo de sustancias y adicciones, así como agresividad y violencia.

La autoestima sana , por el contrario, se manifiesta en las personas que aceptan como son, es decir, dan validez a su manera de ser, de pensar, de actuar y de vivir. Son personas que están contentas con ellas mismas, que validan sus virtudes y sus defectos, y que son conscientes de sus potencialidades y de sus puntos flacos. Son conscientes de todo esto y no les supone una amenaza ni una fuente de pesadumbre y desequilibrio. 

Estas personas disfrutan de una vida y unas relaciones sociales mucho más placenteras y enriquecedoras,  demuestran su personalidad y sus preferencias sin temor a juicios o no les importa lo que se piense de ellos. Defienden sus ideas, pensamientos y derechos con asertividad y aceptan como parte de la condición humana el fracaso y los errores sin frustraciones patológicas. 




Como apuntaba anteriormente,  la autoestima comienza a forjarse desde los primeros momentos de la vida de un ser humano.
La autoestima del niño se va forjando en función de la percepción que sus padres tiene de él y del trato y relación que se haya establecido entre ellos. De ahí,  que las claves para fomentar una autoestima fuerte y sana sean la disciplina positiva,  la crianza respetuosa y el apego seguro, el amor incondicional, permitir su autonomía y evitar la sobreprotección y tener muy presente la importancia de validar todas sus emociones y sentimientos; así como ser su espejo  ( querernos y respetarnos a nosotros mismos).

 Desde el nacimiento,  el bebé debe desarrollarse y crecer en un entorno y ambiente que le proporcione seguridad y tranquilidad,  un entorno donde no sólo se satisfagan sus necesidades más básicas y fisiológicas sino también las emocionales. Que se atienda su necesidad de contacto con su mamá principalmente es tan necesario como alimentarlo a demanda o cambiarle el pañal. El llanto es el sistema con el que la naturaleza ha dotado a los bebés humanos para manifestar sus necesidades , y debe atenderse siempre. El vínculo y el estilo de apego que se establece es el punto de partida y la base de la autoestima.

Conforme va creciendo el bebé va inteactuando más con todo lo que le rodea,  va descubriendo el mundo y aprendiendo a un ritmo vertiginoso. Debemos favorecer la exploración,  la curiosidad y la iniciativa del bebé siempre teniendo como límite la seguridad y su integridad.

Fomentando la autonomía y promoviendo entornos libres de riesgos , estaremos enviando un mensaje de validez y aliento. La adquisición progresiva de competencias, habilidades y responsabilidades sin duda contribuyen a que el bebé / niño se sienta valioso,  capaz ; que no tema asumir retos y aprender, probar y equivocarse. Que no tema a que se le reproche haberse equivocado.
Para alcanzar el objetivo de tener hijos autónomos y que piensen por sí mismos,  con seguridad y firmeza debemos cuidarnos de sobreprotegerles y crear niños burbuja. Y por supuesto,  aceptar lo que son y lo que desean ser, sin presiones ni modelajes forzados para que se conviertan en lo que nosotros quisimos ser o hacer. Sobre esto último,  os lo cuento con más detalle en Mamá quiero ser yo mismo.


Respetando sus emociones y trabajando ls inteligencia emocional lograremos que los sentimientos no perturben ni obturen su bienestar,  una gestión saludable y favorecedora del autoconocimiento  y de una robusta autoestima. alidación,  Escuchar sus miedos y preocupaciones , validar todos los sentimientos y acompañarlo en este apasionante viaje es primordial y una experiencia como padres intensa y maravillosa.

Otro aspecto igual de importante es evitar,  o mejor, desterrar de vuestro vocabulario las etiquetas y las comparaciones.


Escuchar,  dedicar tiempo y atención. Practicar la escucha activa,  interesarnos por lo que nos cuentan,  preguntar,  jugar con ellos,  leer con ellos,compartir todo el tiempo que podáis con ellos. Hay que estar presente y no sólo físicamente.  Aparquemos nuestras preocupaciones y desconectamos de nuestros dispositivos y de la television cuando estemos con ellos.

Otra de las claves es reconocer y poner en valor sus esfuerzos y no centrarnos sólo en el resultado. Motivar,  no chantajear ni premiar por buenos resultados, y tratar de usar lo menos posible las alabanzas, cambiándolas por las frases alentadoras. Con ello evitaremos que nuestros hijos se acostumbren y se hagan adictos al reconocimiento y a a aprobación continúa.

Por supuesto,  no pegar, ni amenazar,  ni humillar; en resumen no maltratar. Creo que tod@s los que estéis leyendo esto estaréis de acuerdo, porque de lo contrario no os encontrarías aquí interesados en asuntos de crianza y educación.
Los gritos también son violencia,  y aunque sea complicado o prácticamente imposible  no perder la paciencia, debemos trabajar con ahínco nuestras propias emociones para vencer a la rabia y a la frustración,  en vez de que sean ellas las victoriosas. Con trabajo y convencimiento se puede lograr.

Sí ponemos en práctica todas estas claves y por lo general cumplimos con esta filosofía de manera constante, sin lugar a dudas tendremos hijos sanos mental y emocionalmente hablando; con una autoestima vigorosa qun les permitirá ser mucho más felices, adaptarse mucho mejor a su entorno y a la sociedad y optimizar su proceso de desarrollo y aprendizaje.







miércoles, 19 de septiembre de 2018

Resiliencia: la clave de la felicidad


Un proverbio holandés dice que no puede impedirse el viento,  pero pueden construirse molinos. Vendría a ser como, si la vida te da limones haz limonada.

La felicidad está sobrevalorada, mitificada  distorsionada y manipulada. La felicidad no consiste en no padecer infortunios y desdichas. La felicidad se construye desde la plenitud del espíritu personal,  desde el orgullo y la satisfacción de haber superado obstáculos , sorteado imprevistos y alcanzado retos. O al menos, haberlo intentado con vigor, firmeza y tenacidad.
Es muy importante adoptar una actitud positiva ante las situaciones y adversidades que se nos presentan a lo largo de la vida. Es tan importante o incluso más importante que la misma dificultad u obstáculo al que enfrentarnos, porque de esa actitud dependerá la energía y dedicación que pongamos para lograr lo que nos propongamos. El empeño que se forja con una actitud positiva y optimista es digno de conquistar mayores logros y obtener una mayor recompensa a nivel personal; con independencia del resultado final.

La magia de la vida reside en ser capaces de vivir, de aceptar la realidad,  de digerir los acontecimientos y obtener sus nutritivas lecciones.Y si, en ocasiones la vida es dura y cruel; la realidad implacable e injusta y la existencia se torna insoportable.  Este angosto camino que parece convertirse en una tortura incesante no deja de ser un sendero hacia un bello y sereno paraje, que aún a mucha distancia y lejanía,  logrará resarcir y reparar nuestras fracturas vitales y emocionales. Lo único que debemos hacer es resistir,  y para ello debemos ser resilientes. Si ejercitamos esta habilidad personal alcanzaremos más facilmente la llave para superar con éxito las diversas crisis vitales por las que inevitablemente ha de pasar el ser humano.

La resiliencia es la capacidad del ser humano de experimentar sucesos traumáticos,  sobreponiéndose a ellos y saliendo fortalecido de los mismos.
Según la RAE, la resiliencia es la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos.
También se recoge la definición que en el marco de la física se da a los materiales, mecanismos o sistemas para volver a su estado inicial una vez finalizada su exposición perturbadora.
Y es que la psicología tomó este término de la física para describir las reacciones humanas y los procesos de adaptación, incorporando el valor añadido de la reestructuración de los recursos psicológicos para crecer como persona.
Mientras que los materiales o mecanismos únicamente regresan a su estado inicial, ya hemos visto que en los seres humanos la resiliencia no sólo regenera sino que empodera y robustece.



El origen de este término en el campo de la psicología lo encontramos en el autor de la teoría del apego John Bowlby, aunque el responsable de lograr que se difundiera a gran escala fue el autor de entre otras obras maestras," Los patitos feo"  y "El murmullo de los fantasmas " ;Boris Cyrulnik; psiquiatra, neurólogo y psicoterapeuta francés . La infancia de Boris Cyrulnik se desarrolló en medio de la Segunda Guerra Mundial y padeció los horrores de la barbarie del holocausto nazi.

 Jorge Barudy,  neuropsiquiatra y terapeuta familiar chileno es sin lugar a dudas otro gran referente en este tema. Al igual que Cyrulnik ,lo es tanto por su historia personal como por su contribución profesional. Y es que Jorge Barudy es un gran ejemplo de resiliencia y coraje ante la adversidad. Él vivió en primera persona las torturas y los horrores del régimen chileno de Augusto Pinochet.

 Este autor concluye que puede diferenciarse entre resiliencia primaria y resiliencia secundaria. La primera de ellas está estrechamente condicionada por los primeros años de nuestra existencia, es decir por las experiencias vitales de nuestra infancia. Así pues, el apego y los vínculos creados durante la crianza, los estilos educativos y las interacciones sociales durante la infancia son la base de referencia para consolidar una personalidad resiliente.
Por lo tanto, poco o más bien nada podemos hacer para modificar nuestra resiliencia primaria. Sin embargo,  sí podemos ejercitar con convicción la resiliencia secundaria.  Ésta se caracteriza por conformarse en la edad adulta a través de las continuas experiencias y sus efectos, emociones y maneras de proceder ante los mismos.  Este talante que se va tallando con el paso del tiempo y las vivencias conformará nuestra personalidad , continuamente maleable siempre y cuando seamos conscientes de ello y mantengamos una actitud proactiva.

Las personas resilientes no sólo se caracterizan por mantener una visión realista y al mismo tiempo optimista de la vida. Junto a la actitud positiva y el sentido del humor,  las personas resilientes se valen del autoconocimiento y el ser conscientes de sus potencialidades y de sus limitaciones. Saben lo que son capaces de realizar y creen en sus competencias,  mostrándose flexibles ante los cambios e imprevistos. Asimismo disponen de habilidades creativas que les ayudan a afrontar las situaciones complicadas y a salir airosas de ellas.
Otro aspecto fundamental de las personas resilientes es la gestión que realizan de sus emociones. Saben que no pueden controlar lo que sucede y lo que les hace sentir la realidad, pero si que saben que son responsables de lo que hacen con esos sentimientos y emociones.

Ser resiliente no es un atributo personal sino más bien una actitud ante la vida. Una actitud que entrenándose de manera constante y persuasiva nos ofrece la posibilidad de disfrutar de una de las habilidades más poderosas y extraordinarias del ser humano.


" Las personas más bellas con las que me he encontrado son aquellas que han conocido la derrota, conocido el sufrimiento,  conocido la lucha, conocido la pérdida,  y han encontrado su forma de salir de las profundidades. Estas personas tienen una apreciación,  una sensibilidad  y una comprensión de la vida que las llena de compasión,  humildad y una profunda inquietud amorosa. La gente bella no surge de la nada"( Elisabeth Kubler- Ross)

domingo, 15 de julio de 2018

La pesada carga de las etiquetas

Os habéis parado a pensar en la ingente cantidad de juicios de valor que podemos realizar las personas al cabo de un día entero. Sí,  las personas estamos continuamente emitiendo juicios y sacando conclusiones de nuestras experiencias,  sensaciones, emociones e interacciones. Es lógico y normal, ya que a través de los juicios valoramos y ponemos palabras a nuestros procesos cognitivos. Calificamos y clasificamos lo que percibimos a  través de nuestros sentidos para de esta forma adaptarnos mejor al entorno ; ayudándonos a tomar decisiones y a contar con más recursos que nos permitan una supervivencia más exitosa.

Juzgamos olores, sabores, lugares, acciones, imágenes, palabras, pensamientos. De esta forma establecemos nuestros gustos y preferencias, optamos por una u otra alternativa y desechamos las que no nos resultan ventajosas o las que resultan ser una amenaza. También,  y he aquí el inconveniente,  juzgamos a las personas con asiduidad y alevosía. Juicios y prejuicios a discreción. Y es que, no es lo mismo juzgar una situación o una sensación , un comportamiento o una acción que a una persona. Los juicios que emitimos sobre las personas tienen un fuerte impacto en la imagen de uno mismo y en la autoestima, más aún si la sentencia tiene connotaciones negativas y despectivas. Porque no es lo mismo opinar sobre una conducta o una acción concreta que enjuiciar y etiquetar a una persona en función de una acción o comportamiento.  
Cuando juzgamos a una persona y le colocamos una etiqueta , estamos dando por sentado que esa persona es así en su conjunto, poniendo en valor la cualidad o el defecto que le atribuimos; olvidando todas las demás características que la definen así como la influencia de factores  exógenos como  por ejemplo el entorno y las circunstancias. 

Los juicios sobre las personas son dictámenes subjetivos que emitimos para clasificar a las personas en función de unos rasgos y atributos, estableciendo categorías dualizadas. A su vez estas categorías tienen asignado un valor positivo y otro negativo,  ambos excluyentes entre sí.  Bueno y malo, aburrido y divertido,  obediente y desobediente,  obstinado y transigente,  diligente e incompetente... El " ser bueno " significa que no " eres malo" , y el " ser obediente " conlleva " no ser desobediente ", reduciendo las múltiples expresiones de la conducta humana en función de las interacciones y circunstancias,  a una única y pesada losa: la etiqueta.



Por eso las etiquetas que colocamos a los niños determinan su propia imagen y configuran su comportamiento,  ya que sienten que tienen que ser y hacer lo que se espera que sean y hagan.  Las etiquetas en los niños influyen en la configuración de la identidad personal.
Así pues las etiquetas supuestamente positivas ejercerán una insana presión sobre los niños que se verán obligados a cumplir con las expectativas y no defraudar. Por jemplo, si a tu hij@ le llega continuamente el mensaje de lo list@ y responsable que es,  y por alguna circunstancia no puede cumplir con esos cánones y estar a la altura de nuestras expectativas,  el batacazo moral será tremendo . No se trata de no decirles lo que hacen bien o se les da mejor, de reconocer sus esfuerzos y sus logros; sino más bien se trata de no encasillarles en base a lo que consiguen o dejan de conseguir. Deben de sentir que son valiosos por ser ellos mismos y no por lo que les decimos nosotros que son.

Otro de los peligros de las etiquetas positivas, por ejemplo, es la formación de personalidades con rasgos narcisistas muy marcados, personas que sobrevaloran sus habilidades y cualidades, que muestran continuamente su arrogancia y están convencidos de su superioridad. Las personas narcisistas se caracterizan por su escasa o inexistente empatía hacia los demás y buscan continuamente la aprobación y los halagos ajenos para sentir seguridad y bienestar; lo cual refleja que en realidad tienen una endeble imagen de sí mismos. Ésta débil autoestima la camuflan bajo una falsa apariencia de grandeza e invulnerabilidad.

Asimismo,  las etiquetas negativas se incrustan en la personalidad, dañando seriamente la autoestima y generando sentimientos de incomprensión,  frustración,  injusticia y desaliento. Y es que,  si un niño escucha con frecuencia frases lapidarias del tipo de " eres un torpe" , " eres un pesado" , " eres un vago" , " eres muy rebelde", etc;  terminará por creer que verdaderamente lo es y que no puede más que aceptarlo y no hará nada por mejorar y superarse. Las etiquetas negativas limitan el desarrollo pleno y transmiten una profunda falta de respeto.

Por supuesto en determinados momentos y etapas de desarrollo de nuestros hijos , podemos sentirnos saturados y sobrepasados por los hechos y comportamientos de los niños, lo cual nos lleva a decirles que son esto o lo otro; que son así o asa. Porque somos humanos y como tal seres imperfectos.

 Los juicios impulsivos que son fruto del cansancio físico y mental , funcionan como un desahogo personal,  como una válvula de escape; pero no deben formar parte de nuestro estilo de comunicación. Que no seamos perfectos no quiere decir que no aprendamos de nuestros errores y seamos plenamente conscientes de cuando actuamos correctamente y cuando nos hemos equivocado . Y con el tema de las etiquetas debemos tener cuidado.

lunes, 14 de mayo de 2018

Mamá quiero ser yo mism@

Creo que no me equivoco al afirmar  que todos, o prácticamente todos los padres del mundo , desean lo mejor para sus hijos. Todos coinciden en el anhelo de una vida plena y dichosa para sus descendientes. Es completamente normal y lógico desear esto cuando se ama de una forma tan intensa y genuina.

Sin embargo,  también es una realidad la existencia de padres y madres que bien, consciente o inconscientemente,  proyectan en sus hijos sus deseos, aspiraciones y proyectos frustrados. Este comportamiento parental es cuanto menos tóxico y dañino para la autonomía de los hijos, además de irrespetuoso y desconsiderado.  Al actuar de esta forma se niega la identidad propia y se priva del derecho de autorrealización, de autodeterminación.

Con bastante más frecuencia de la que me gustaría he escuchado y escucho a padres y madres lanzar mensajes de lo que le tiene que gustar a sus hijos, de lo que tienen que realizar y en lo que tienen que destacar. Y claro,  está la excusa perfecta del es por tu bien, pero no cuela. No es por su bien, es por el de sus padres. Desde luego que tenemos el deber de velar por la integridad y seguridad de nuestros hijos, más aún cuando son pequeños y todavía no cuentan con los conocimientos y capacidades necesarias para autogestionarse por completo. Pero esto no significa que elijamos por ellos y decidamos lo que deben ser.



Por su bien es enseñarles los riesgos y peligros de la vida, las dificultades que pueden surgir en el camino, las actitudes que más pueden beneficiarles. Por su bien es permitirles que intenten una y otra vez y que se equivoquen, que cambien de parecer, que experimenten el éxito pero también el fracaso,  que elijan y decidan por sí mismos lo que quieren ser y hacer y como lo quieren lograr.

Adueñarse o intentar adueñarse de la capacidad de decisión y elección no es propio de una educación basada en el respeto ni mucho menos. No podemos arrebatarles su derecho a construir su propia vida, a vivirla a su manera. No podemos cercenar el valor de la libertad de elegir ser uno mismo y no lo que los demás quieren que sea.  Tenemos que ser lazarillos no usurpadores. Nuestra misión es conseguir que disfruten con su vida, con lo que son, con lo que hacen, con lo que piensan y con lo que sienten.

El sistema educativo también debe considerar la responsabilidad que tiene en este sentido. Como agente socializador debe apostar por un modelo inclusivo, en el que se tengan en cuenta, valore y acepte las características y necesidades de cada niño y niña. La escuela debería fomentar la creatividad y no marchitar la potente imaginación de los infantes. En mi opinión,  el modelo educativo que se sigue aplicando en prácticamente todos los centros educativos ha quedado obsoleto. No garantiza una educación respetuosa con las potencialidades y habilidades personales sino que aplica un método que simplifica el éxito en la mera adquisición de conocimientos estandarizados. Y de esta manera se evalúa a  todos los alumnos ( un conjunto heterogéneo ) con un mismo estándar o medida( una herramienta homogénea ), y si no logras cumplirla el sistema te limita y te dice que no eres capaz. Así de insolente es el sistema educativo.
Como muy bien dijo el gran Albert Einstein," todos somos genios pero si juzgas a un pez por su habilidad para trepar árboles,  vivirá toda su vida pensando que es un inútil".
                  
El objetivo al fin y al cabo es que sean capaces de moldear su existencia y arbitrar su vida.  Una vida en la que persigan sus aspiraciones y luchen por lograr lo que se propongan. SUS ideas,  SUS anhelos , SUS intereses y pasiones, SUS preferencias y voluntades. SUS miedos y debilidades, SUS fortalezas y habilidades. SU identidad.

Sus y no nuestras, porque aunque sean nuestros hijos ellos son dueños de su propia vida. Esa vida que les brindamos un dia y que solo les pertenece a ellos.